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Sección: Psicoanálisis y género

Marlene Vera

Psicóloga Social con Perspectiva de Género. Acompañante Terapéutico. Estudiante de Lic. en Psicología (UCES), realizando la tesis. Miembro de Psicoanalizarte.
31/08/2020

“Un camino a (de) construir la mirada heteronormativa desde la Perspectiva de género”

 

    Como sociedad fuimos evolucionando y la lucha por el respeto a la identidad ha sido larga y ha tenido muchas variantes a lo largo de la historia. De manera gradual, se ha logrado ir modificando progresivamente la concepción de la identidad de género. Lo que en un principio era impensable, fue mutando hacia lo “tolerable”, hasta alcanzar la idea del respeto por la identidad autopercibida del/la otro/a.

     Les presento un fragmento de una nota periodística: “un testimonio sobre las cuestiones pendientes en las infancias trans”,   Cuando me dijo: “me llamo Luana pasaron dos años de violencia”, Luego llegamos a la Comunidad Homosexual Argentina y ahí la Licenciada Valeria Pavan me dijo:” “déjala ser: es una niña trans”. “Y ahí se me abrió todo un mundo«, contó Gabriela  Mansilla, la madre de la niña.

    En otro fragmento se pregunta: “¿Qué importancia tuvo el haber tomado la decisión de escucharla?”,  Graciela responde:“Yo creo que si no la hubiese escuchado hubiera corrido peligro su vida y lo llevo al extremo porque no todas las niñeces pueden manifestarlo. Luana se lastimaba, se autoagredía, no es que solamente me dijo – Yo nena, me lo dijo tirándose de los pelos, me lo dijo golpeándose la cabeza contra la pared, y queriendo lastimar esa genitalidad que le decía que tenía que ser un varón a la fuerza.”  Vemos cómo es sumamente importante la “escucha” desde una madre que le dio lugar a su hija, y desde una analista con perspectiva de genero quien habilitó la palabra de ambas y las escuchó con su padecimiento subjetivo, le brindó el apoyo necesario para hacer su recorrido sobre su construcción de identidad de género. 

Diferencia entre sexo y género

     El concepto de “sexo” fue adquiriendo distintos sentidos a lo largo del tiempo. En un principio, se lo entendía desde un punto de vista biológico y natural, por lo que los jueces interpretaban que el derecho no podría tomar decisiones sobre este aspecto ya que el sexo genético era considerado inalterable. Asimismo, consideraban que estaba involucrado el orden público y la moral social. Por lo tanto, el individuo no podría tomar decisiones por sí solo en este aspecto. En caso de que se aceptara llevar adelante una intervención quirúrgica para modificar el sexo de la persona, se debía probar la existencia de “hermafroditismo” (en términos correctos, intersexualidad), con el solo objetivo de superar las ambigüedades que pudiera haber en relación con su sexualidad.

     Más adelante, se empezó a entender que el sexo es primordialmente un elemento físico (genital, cromosómico y hormonal) y esto se diferencia del género, una construcción social. De ahí se desprende el término de identidad de género, que puede o no corresponderse con el sexo biológico asignado en el nacimiento. Esta terminología fue el fruto de una conquista social y de la visibilización de los derechos de las personas LGTBIQ que a su vez generan un cambio cultural que penetra en toda la sociedad.

     La noción de género suele ofrecer dificultades, en particular cuando se lo toma como un concepto totalizador, que invisibiliza a la variedad de determinaciones con las que nos construímos como sujetos: raza, religión, clase social, nivel educativo, etc. Todos estos son factores que se entrecruzan en la constitución de nuestra subjetividad. Estamos sugiriendo, entonces, que el género jamás aparece en su forma pura, sino entrecruzado con otros aspectos determinantes de la vida de las personas: su historia familiar, sus oportunidades educativas, su nivel socio-económico, etc. (Burin, 1996)

    Cabe destacar  el gran logro del feminismo, ha sido modificar no sólo la perspectiva política con que se abordaba el conflicto de las relaciones mujer-hombre, sino también transformar el paradigma con el cual se explicaba. El nuevo concepto género permitió entender que no es la anatomía lo que posiciona a mujeres y hombres en ámbitos y jerarquías distintos, sino la simbolización que las sociedades hacen de ella. El feminismo desarrolló el concepto de género como el conjunto de ideas en una cultura sobre lo que es «propio» de los hombres y «propio» de las mujeres y con él se propuso revisar cómo la determinación de género avala la dicotomía en la que se funda la tradición intelectual occidental. Dicha tradición es, además, androcéntrica, lo cual sesga la producción de conocimiento y genera ciertos postulados que legitiman mecanismos de dominación y exclusión.  Hay creencias que conforman el punto de vista conservador y patriarcal sobre la sexualidad humana, sostenido desde la filosofía, la medicina, el derecho y la religión dogmática, las cuales se empezaron a cuestionar desde los distintos movimientos sociales, entre ellos el feminismo.

     Patricia Porchat (2013), diferencia entre Sexo y género, sexo: designaría los componentes anatómicos y biológicos. Mientras que la noción de género: se refiere a los aspectos psicológicos, sociales, culturales e históricos, vinculados a la femineidad y la masculinidad. Para la autora, el desafío es poder encontrar para esas lógicas, nuevos nombres que no estén atados a una representación de varones o mujeres. Y dice que un psicoanálisis bien llevado adelante, no es una clínica de una adecuación social, ni normativa; debiera ser una clínica que aloje la diversidad y obviamente para eso, se deberían repensar estas categorías de género. Nos deslinda una respuesta para salir de la categoría binaria el concepto: “humano, (aquí quien les escribe, me permito una licencia para  agregar el término: personas al concepto humano, ya que todos nos reconocemos como personas, independientemente de una etnia, región, nacionalidad, etc.); todos los que nos identificamos como humanos, necesitamos ser reconocidos por los otros; si no somos reconocidos, nos sentimos seres abyectos. Si yo escapo a la lógica más normativizante, ese deseo de reconocimiento se complica” (Porchat, 2013)

     La jurisprudencia en la materia es fundamental, a efectos de lograr avanzar en el camino hacia la garantía de ciertos derechos. Sin embargo, el hecho de que las soluciones de los jueces sean tan heterogéneos hace que en muchos casos se pueda llegar a retroceder, con sentencias desfavorables para las personas LGBTIQ, al no tener la seguridad y la previsibilidad jurídica de que en casos similares la resolución será semejante. Esta mencionada inconsistencia fue borrándose con el paso del tiempo en virtud de una normativa clara y concreta que pudo zanjar las cuestiones que, en los inicios, quedaban más libradas a discreción de los jueces.

     En  el año 2012 se sancionó la “Ley de Identidad de Género Ley 26.743”, es la única ley de identidad de género del mundo que, conforme las tendencias en la materia, “no patologiza la condición trans”. Fue redactada atendiendo a las propuestas y proyectos presentados por el activismo y teniendo en cuenta los antecedentes jurisprudenciales de los particulares afectados.

     Por medio de esta ley, se logró que las personas puedan modificar sus datos -género y nombre de pila- ante el Registro Nacional de las Personas, mediante un simple acto administrativo, sin requerir la autorización judicial previa, quedando prohibida cualquier referencia a la ley como nota marginal en la nueva partida de nacimiento o en el documento de identidad. No solo esto, sino que también se obliga al trato digno (artículo  N° 12 de la ley), respetando la identidad de género adoptada, aún sin mediar cambio registral de género.

Del binarismo a la identidad de género

     En  un mundo dominado por el binario hombre-mujer: celeste, rosa; fila de nenes, fila de nenas; belladurmientes que despiertan gracias al beso de un príncipe que llega al galope; pelotas, muñecas. Al recién nacido se le asigna un nombre y con ese nombre, una vida. Pero si los extremos están marcados por los cisgénero, mujeres con vagina y hombres con pene, heterosexuales en el medio hay diversidad. Y todavía más: en la diversidad hay diversidad. Hay gays, lesbianas, travestis. Hay transgéneros: individuos que no se sienten acordes con el sexo asignado al nacer ni con sus genitales. Sólo definiciones. El artículo 2° de la Ley, es clara: “Se entiende como identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como la persona siente”.  Desde esta premisa podemos contar como empezó la historia de quien se sentía una niña en un cuerpo de un niño, “Luana, la primera niña trans en el mundo en recibir su DNI con el cambio de género, a partir de la sanción de Ley Nacional de Identidad de Género (2012)”. Nació con genitales masculinos como su hermano mellizo y los padres le pusieron Manuel. Desde que pudo hablar, al año y medio de vida, empezó a repetir: “Yo, nena”, “yo, princesa”, a ponerse ropa de su mamá y a pedir muñecas para jugar. A los cuatro años eligió llamarse Luana  quería ser se niña  y así sentó las bases para la igualdad de derechos. A través del amor de su familia y la lucha por el derecho a su identidad, lograron un cambio de paradigma y una deconstrucción social para repensar sobre la identidad de género.

     Los niños y niñas transgénero cruzan el molde de la sexualidad binaria e interpelan a toda la sociedad enfrentándola a sus miedos y prejuicios.  La ley 26.743, (artículo  N° 5),  no impone una edad mínima legal para realizar el cambio ante el Registro Nacional de las Personas Esto implica que una persona menor de 18 años posee el derecho de acceder al cambio registral conforme a su identidad de género, siempre que respeten los recaudos que establece la ley.

A modo de conclusión

     Los psicólogos y psicoanalistas con perspectiva de género invitamos a todos los profesionales  Psi y estudiantes. A informarse y formarse sobre la perspectiva de género en psicoanálisis, para dar el espacio a las personas que vienen a la clínica interrogándose sobre su género, sobre su identidad y su padecimiento subjetivo. 

     Desde mi humilde opinión el papel del psicólogo con perspectiva de género es,  reconocer lo singular y propio de cada quien y ayudarl@s  a poder deconstruir su historia,  amar-se, amar y vivir en libertad con sus derechos. 

     En esa apuesta por el encuentro singular que se produce entre “un analista y un sujeto, una persona” se tiene que poder alojar la diversidad que ello conlleva.

 

Fuentes de referencia:

 

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